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EL SEÑOR DE LA BUENA MUERTE

La parroquia de Yangana es reconocida por la imagen del Señor de la Buena Muerte de Yangana, que fue tallada por el famoso escultor Diego de Robles en el año de 1588, el mismo que talló otras imágenes como son la virgen del Cisne, la virgen del Quinche y la virgen de Guápulo entre otras.

La imagen a la que nos referimos pasó por muchos años en Quito venerada en su templo de los jesuitas, hasta que una jornada de trabajo ordenada por el Rey de España debía trasladarse desde Quito, Fernando de la Vega con la imagen hacia Cuxibamba y de allí a Valladolid con la finalidad de incrementar la fe católica a los pocos españoles que comandaban la fundación de las ciudades de Valladolid, Loyola, Logroño y Santiago de las Montañas. En el largo viaje que cumplía Fernando de la Vega, debía de acompañarle Pedro de El Derete, entre otros españoles que formaban un gran grupo de muchos hombres, los que conducían la sagrada imagen. 
En el viaje pasaron por muchísimas penalidades hasta que llegaron a las cercanías del Nudo de Sabanilla, en donde fueron abatidos por un terrible temporal, obligándolos a regresar casi examines. 

Y poder recuperarse de su percance en el pequeño caserío de Yangana donde permanecieron varios meses, tiempo en el cual se evangelizaron los indígenas y se ordenó la construcción de un templo para el culto del crucifijo que llevaban.  

El cacique de Yangana convocó a todas las parcialidades dependientes de esta jurisdicción y les dio a conocer el asunto. Luego se procedió a efectuar la donación de las parcialidades al culto del señor, las mismas que fueron: San José de Suro, Patinuma, Nanaro, Chalaca, Haturrumi, Marcopamba, Comunidades, entre otras y se recolecto de las diferentes parcialidades 17 cabezas de ganado vacuno, 8 caballares y una colecta de dinero que dio la suma de 80 monedas de cuartillos acuñadas en España y que eran válidas en las transacciones comerciales del Nuevo Mundo precisamente entre españoles. 

Con todo esto se inició la construcción de la primera Iglesia que tuvo Yangana, la misma que fue construida en el centro de la población cuya dimensión aproximada era de unos 30 metros de largo, 12 metros de ancho y unos 10 metros de altura, de un estilo eminentemente barroco y delicadamente pintado su interior al fino estilo colonial: este fue el primer templo de veneración que tuvo la sagrada imagen de Yangana. 

Es desde la época colonial y concretamente desde el año 1749 desde su llegada, que se inicia la veneración del “Señor de la Buena Muerte”, cuya imagen constituye una verdadera joya artística de este pueblo y su conservación es sorprendente. 

Está es tan milagrosa que todo devoto que acude a él, encuentra remedio para sus males y solución para sus problemas, por lo que esta imagen y su iglesia es convertida en un santuario de adoración a Cristo. El crucifijo es construido en cedro rosado y su escultura fue realizada por el pintor Luis de Rivera, verdadero genio de este arte. Es de anotar que por ser esta imagen tan milagrosa, los nativos de Vilcabamba en décadas anteriores se la llevaban para celebrar sus festividades, tratando maliciosamente de llevársela y adueñarse de la misma, pero gracias a la devoción, unión y valentía del pueblo de Yangana, defendieron sus derechos patrimoniales que les corresponde.

Fuente: GAD Yangana

EL TESORO DE QUINARA

Según los historiadores cuenta que en la invasión española los habitantes permanecieron aislados, pero siempre con amor a su rey, hasta que se produjo el momento más tenebroso de la invasión, el cual es la muerte de su rey Atahualpa. 

Siendo esto un reto imperdonable para quienes como Francisco Pizarro, quisiera justificar la muerte del Inca aduciendo que lo hizo por renegar la religión católica y porque se lo acusó de idolatría, poligamia, incesto y fratricida, actos de que nuca se lo podía acusar, porque ninguno de estos se cumplía, ni eran válidos para su condena.

Después de estar un largo tiempo prisionero fue ejecutado en un fatídico 29 de Agosto de 1533, crimen horrendo que no se lo puede aceptar por la actitud inhumana y despiadada de los peninsulares, que llevados por la ambición desmedida del precioso metal, los llevó a realizar estos delitos, con lo que no solo se ultrajó el cuerpo de Atahualpa, si no que se saquearon y destruyeron algunos templos del “Dios sol”, como también esto acarreó el aniquilamiento y extensión de una cultura llamada “Hijos de Sol“.

En tiempos de la invasión española, Yangana se convirtió en un lugar importante para la historia, ya que ésta nos da cuenta del despliegue del ejército de Atahualpa hacia los cuatro puntos cardinales del imperio, dirigido por los principales generales y capitanes del rey del Tahuantinsuyo cuyo objetivo principal era adquirir el oro necesario para el rescate de su rey el mismo que debía ser recogido en la forma más rápida posible.

Conocedores de los centros mineros, que contenían gran cantidad de oro muy cotizado, de gran pureza y alto Quilates, acudieron a los centros de Picorama y el Morcillo ubicados en la zona de Loyola y el Vergel, en el extremo Sur Oriental de la parroquia de Yangana. Desde este centro aurífero existía un largo camino que transmontando montes y valles conducía desde, El Vergel hasta Quito y viceversa, el que facilitó la recolección del oro. 

El historiador Garcilazo de la Vega cuenta que se practicaba la transportación desde el Vergel la cantidad de 910 pares de almudes (medida antigua) de oro, y cuando se llevaba el tercer viaje desde estos centros en una forma apresurada por los 8000 indios. Y cuando estos avanzaban por las riberas del río Piscobamba en el sitio actual de Quinara, recibieron la inesperada noticia de la muerte de su rey, y fue el grito de alerta para el ocultamiento del tesoro recogido, el mismo que fue enterrado en un sitio escogido en la ribera oriental del río Piscobamba en la Hacienda de Quinara, próximo a la actual cabecera parroquial de Yangana. Este ocultamiento se lo hizo con todos los ritos y ceremonias propias de ellos, bajo la dirección del capitán Quinara. Garcilazo de la Vega cuenta del fatal desenlace que padeció el ejército comandado por el Capitán Quinara, que entre ellos contaban con hombres de muchas tribus de las paltas, entre ellos las parcialidades menores como los Yanganas, los Piscobambas, los Wilcopambas, los Malacatos, los Changaiminas, entre otros. Todos estos hombres reclutados al paso que iban a los centros mineros. 

Con todo este ejército luego de ocultar el tesoro, el capitán ordenó el aniquilamiento de todos sus integrantes, el mismo que tuvo lugar en las cimas altas y en las cavernas existentes en varias partes de esta parroquia.

Como evidencia de este aniquilamiento, en la actualidad todavía podemos encontrar muchas cavernas con un gran número de esqueletos humanos en las inmediaciones de Padre-huayco, Yandunda, Yangana, Llambala, Guilango, entre otros lugares.

El tesoro aún permanece perdido, pues aquellos indicios que hubieran permitido desvelarlo en nuestro tiempo fueron destruidos fácilmente por codicia y la sed de oro. Pero aún se escuchan relatos, memorias vivientes de aquellos longevos que aun habitan estos lugares tranquilos, y sus narraciones, a veces no son solo cuentos. 

Fuente: Yangana

NUNKUI LA CREADORA DE LAS PLANTAS - LEYENDA

Los dioses acabaron con la falta de comida del pueblo shuara. Esta es una leyenda que permanece vigente en su oralidad.

Hace varios años, cuando los indígenas de nacionalidad shuaras recién empezaban a poblar la Amazonía ecuatoriana, la selva no era tan espesa y en este lugar se extendía una llanura manchada solo por escasas hierbas. Una de estas era el unkuch, considerado durante mucho tiempo como el único alimento de esta comunidad.

Gracias a esta planta los shuaras pudieron soportar durante mucho tiempo la aridez de la arena y el calor sofocante del sol ecuatorial. Lamentablemente, un día, la hierba se esfumó y las personas comenzaron a desaparecer lentamente.

Tragedia

Algunos, recordando otras desgracias, echaron la culpa a iwia y a iwianchi, seres diabólicos que ‘desnudaban’ la tierra comiéndose todo cuanto existía, pero otros continuaron sus esfuerzos por encontrar el ansiado alimento. Entre estos había una mujer llamada Nuse. Ella, venciendo sus temores, buscó el unkuch entre los sitios más ocultos y tenebrosos cercanos a su localidad, pero todo fue inútil.

Sin desanimarse, volvió donde sus hijos y, contagiándoles con su valor, reinició con ellos la búsqueda.

Siguiendo el curso del río, caminaron muchos días, pero a medida que transcurría el tiempo, el calor agobiante de esas tierras terminó por aplastarlos. Así, uno a uno, los viajeros quedaron tendidos en la arena.

Inesperadamente, sobre la transparencia del río aparecieron pequeñas rodajas de un alimento desconocido hasta el momento, al cual lo llamaron como yuca. Al verlas, Nuse se lanzó hacia el afluente y las tomó.

Apenas probó ese potaje sabroso y dulce, sintió que sus ánimos renacían misteriosamente y enseguida corrió a socorrer a sus hijos. De pronto, percibió que alguien la observaba fijamente y se dio cuenta que desde las lejanías descendió una mujer de belleza primitiva.

Suceso

Nuse retrocedió asustada, pero al descubrir la dulzura en el rostro de esa mujer le preguntó: “¿Quién es usted, señora?”, a lo que enseguida le respondió: “Yo soy Nunkui, la dueña y soberana de la vegetación. Sé que tu pueblo vive en una tierra desnuda y triste, donde apenas crece el unkuch”.

Enseguida Nuse le interrumpió exclamando: “¡El unkuch ya no existe! Era nuestro alimento y ha desaparecido. Por favor, señora, ¿sabe dónde puedo hallarlo? Sin él, todos los de mi pueblo morirán”.

“Nada les ocurrirá”, dijo la divinidad. “Tú has demostrado valentía y por ello te daré, no solo el unkuch, sino toda clase de productos”.

Así, en tan solo segundos, ante los ojos sorprendidos de la dama aparecieron varios huertos de ramajes olorosos.

Nuse quedó extasiada, pues jamás había visto nada semejante. El paisaje era majestuoso y la música que cantaba la floresta le había robado el corazón. Enseguida Nunkui continuó diciendo: “Para tu pueblo, que hoy lucha contra la muerte, obsequiaré una niña prodigiosa que tiene la virtud de crear el unkuch y la yuca y el plátano”. Habiendo terminado de pronunciar estas palabras Nunkui desapareció y en su lugar surgió la niña prometida.

Admiración

Nuse quedó deslumbrada por lo que había visto y aún no salía de su asombro cuando la pequeña la guió entre la espesura de la selva. Tan a gusto llegó a sentirse en ella, que deseó permanecer allí para siempre.

La niña le anunció que también cerca del territorio de los shuaras la vegetación crecería majestuosa.

Y fue así como la vida de estos pobladores cambió por completo. El dolor fue olvidado. Las plantas se elevaron en los huertos y cubrieron el suelo de comida y esperanzas.
Fuente: Libro de Cuentos y Leyendas de la Amazonía






BLANCA FLOR - LA HIJA DEL DIABLO

En Lubián, un pueblo de la comarca de Sanabria; el último habitante del pueblo, pobre y muerto de hambre accedió al trabajo de alguien que resultó ser el demonio. Que le mandó tres trabajos, sino nos realizaba, a cambio, se llevaría su alma.

Primer trabajo, amaestrar un caballo salvaje, que fue ayudado por la hija del demonio, Blancaflor, que dijo que cansara al caballo, que en realidad era su padre, disfrazado de demonio.

Segundo trabajo, recoger hojas quemadas en un carro, fue también ayudado por la hija, que le suministró un líquido, que unió las hojas.

Tercer trabajo, conseguir una sortija del fondo del mar, fue, otra vez ayudado, por la hija del demonio, que le pidió que la troceara y la tirara dentro de un caldero al agua, volvió a conseguir salir bien del trabajo. La hija, que se quiso fugar con el hombre para evitar que su padre les matara a los dos porque se enteró que le había ayudado en los trabajos. La hija había preparado una treta poniendo dos pellejos de vino en la cama simulando a los dos, y luego escaparían con un caballo flaco (que era el pensamiento); él hizo lo contrario y trajo el caballo gordo, entonces su padre los descubrió y fue tras ellos. La hija tiró una horquilla y formó una barrera. El padre retrocedió en el intento de perseguirlos pero su mujer le aclaró que si hubiera cerrado los ojos hubiera pasado, volvió otra vez el padre a perseguirlos y encontró a un vendedor con naranjas, desistió otra vez en el intento y volvió a casa. La mujer le descubre otra vez el engaño y le dice que eran ellos disfrazados, vuelve otra vez al intento y encuentra una ermita y un ermitaño, desiste otra vez volviendo a casa y la mujer le descubre otra vez diciéndole que eran ellos dos disfrazados, finalmente abandona el perseguirle.

II Versión

BLANCA FLOR, LA HIJA DEL DIABLO

Pues era un muchacho que salió muy vicioso; de ésos que cogen un vicio y no hay quien haga carrera de ellos. Y el vicio era jugar a las cartas. Era de gente bien: el padre tenía bastante dinero. Y los amigos le decían:

-Pero, oye, Fulano, ¿tú no te das cuenta de la vida que lleva tu hijo Lisardo? -Se llamaba así el chico.

-Sí, es que yo ya no sé qué hacer con él; me trae avergonzado. Es que, vamos, es la deshonra nuestra.

Entonces, el padre pensó hacerle una casa en las afueras del pueblo y allí que hiciera lo que quisiera; la cuestión era quitarlo del pueblo.

Y como lo pensó, lo hizo: le construyó una casa y en ella se reunía a jugar con sus amigos. Pero un día no fue nadie y ya, aburrido, como tenía un vicio tan grande, dijo: -iSi viniera aunque fuera el Diablo!

Al momento, llamaron a la puerta. Salió a abrir y era un señor muy alto y muy delgado, todo vestido de negro.

-¿Qué quiere?

- Que como me has llamado, vengo.

-¿Que yo le he llamado?

-¿No acabas de invocar al Diablo?

- Sí.

- Pues aquí me tienes.

- ¡Ah!, pues pase y siéntese, que yo, de no estar jugando, no me hallo.

- Venga.

Se sentaron y jugaron una partida, y otra, y otra, le dejó limpio al Diablo.

-Bueno, yo ya no puedo jugar más: se me han acabado los cuartos. ¿Quieres que nos juguemos la vida?

Claro, como le había ganado el dinero, pensó:

«Pues la vida también se la gano». Así es que -¡Venga!

Se liaron: pin pan, pin pan... y aquella vez ganó el diablo. Le dijo:

-Bueno, ya sabes: te he ganado la vida, puedo disponer de ti. Necesito un criado.

-Sí, sí, pero déjeme siquiera despedirme de mis padres y ultimar algunos asuntos.

-Sea. Te espero en el Castillo de Oropel. El día que cumplas los diesisiete años tienes que estar allí; si no, saldré en tu busca y, no importa dónde te metas, te mataré .

Lisardo lo tomó en cuenta; hizo lo que tuviera que hacer y, la semana antes, cogió un caballo y salió en busca del Castillo aquel.

Iba de pueblo en pueblo, preguntando siempre por el Castillo de Oropel, pero nadie sabía dar razón de él. Hasta que ya, tras mucho andar, avistó un anciano que estaba sentado a la boca de una cueva. Tenía las barbas muy largas, muy largas: le llegaban a la rodilla.

- Buenas tardes, abuelo.

- Buenas tardes.

- ¿Sabría usted decirme dónde está el Castillo de Oropel?

-Pues no, hijo mío, nunca lo oí nombrar. Pero espera. Yo, como soy el Señor de todos los bichos de pelo, les preguntaré esta noche cuando acudan a recogerse, malo será que alguno no lo sepa.

Pero ninguno lo sabía. Así es que, cuando se hizo de día, lo despertó y le dijo:

- Mira, sigue este camino y llegarás a la orilla del mar. Allí vive un hermano mío que es mucho más viejo que yo; él te sabrá encaminar.

Después de andar todo el día, llegó hasta una cueva que se metía en el mar. A la puerta había otro anciano con unas barbas que le llegaban al suelo.

- Abuelo, ¿usted me sabría decir dónde está el Castillo de Oropel?

- Nunca lo oí nombrar. Pero quédate a dormir si quieres. Yo, como soy el Señor de todos los bichos de escama, les preguntaré esta noche; siempre habrá alguno que haya oído mentarlo. Pero ninguno sabía.

-Mira, sigue este camino y llegarás a una montaña. En lo alto vive un hermano mío que es mucho más viejo que yo; él te sabrá encaminar.

Pues, si largas eran las barbas de sus hermanos pequeños, ése ya no podía andar porque se le enredaban en los pies. Y tampoco él sabía...

-Pero quédate a pasar la noche si quieres. Yo, como soy el señor de todos los bichos de pluma, les iré preguntando conforme vayan llegando.

Primero, los pajaritos de colores. Nada. Después ya, los medianos. Tampoco. Por último, las águilas. Ni por ésas ...

-Todavía falta la más vieja: el Ave Tamaña; ¡lo que no sepa ella...!

Y sí que lo sabía...

- Por casualidad lo he alcanzado a ver; pero no he llegado hasta él, no alcanza mi vuelo tanto.

- Pues tienes que acercar mañana a este joven y ¡cuidadito con hacerle nada! -Y volviéndose hacia el muchacho, le aclaró-: Es que sólo come carne y, como no tenga otra cosa, lo mismo te come a ti.

Pues él se preparó: mató al caballo, lo hizo cuatro cuartos, los metió en un saco y, en cuanto amaneció, se montó en el Ave Tamaña y atravesó el saco en su cerviz.

Echó a volar, y volar, y volar, y..., cuando pasaban sobre la costa, dijo el ave: -¡Caaarne o, si no, te como! ¡Caaarne o, si no, te como!

Abrió el saco y le dio uno de los cuartos del caballo. A mediodía otra vez:

- ¡Caaarne o, si no, te como! ¡Caaarne o, si no, te como!

Volaban cobre el mar y no se le ocurrió otra cosa que decirle:

- Espera que me corte un mollete del culo.

- Bueno, déjalo; me encargó el Señor de los bichos de pluma que no te hiciera daño. Además, ya estamos llegando.

Enseguida se vio la costa y el Ave Tamaña se posó en una roca:

-Yo ya no puedo pasar de aquí, pero escucha atento lo que voy a decirte. Todas las tardes vienen a bañarse tres palomas; en cuanto se posen, verás que se abren el traje de plumas y salen tres muchachas. ¡Cuídate de ellas, son las tres hijas del Diablo! Tan sólo de la pequeña te puedes fiar; se llama Blancaflor. Si logras su ayuda, triunfarás.

Y diciendo esto, alzó el vuelo y se alejó.

Lisardo se escondió por allí y, al poco rato, vio que llegaban las tres palomas volando. Y fue primero la mayor y dijo:

- Yo, mujer. - Se quitó su traje de plumas, se quedó en mujer y se echó al agua.

A continuación ce posó la segunda y dijo lo mismo:

-Yo, mujer. -Se quitó el suyo y también se echó al agua.

Y como la menor se hiciera la remolona, empezaron las dos:

-Venga, Blancaflor, ven a jugar con nosotras.- ¡Con lo tibia que está el agua y lo buena!

Y ya, tanto le insistieron, que no le quedó más remedio que quitarse el traje y meterse. Al momento, él salió de entre las rocas, le cogió el traje y se volvió a esconder. Ya salían...

-Yo, paloma -dijo la mayor. Se metió en su traje y salió volando.

-Yo, paloma - la segunda. Igual. Y la menor, claro, no encontraba el suyo.

-Vamos, Blancaflor, que ya sabes que padre se enfada mucho si llegamos tarde.

-¡Pero venga, mujer! Hasta que ya les dijo:

- Bueno, id vosotras delante; ahora os alcanzo. Y ya que se quedó sola, dijo:

-Si el que ha cogido mi traje me lo diera, lo sacaría de todos los apuros en que se viera.

-Mira a ver si es éste.

-Este mismo. A ver, ¿qué te pasa?

-Pues que me puse a jugar a las cartas con el Diablo, apostamos la vida y me la ganó. Y ahora tengo que ir a servirle al Castillo de Oropel.

-¡Ay, tonto, tonto! ¿A quién se le ocurre? Pero no te apures, que yo te voy a salvar. -Y es que Blancaflor sabía más que el Diablo; le daba cien vueltas al padre-. No digas que has estado conmigo. Yo me marcharé primero y, cuando haya pasado un rato, vas tú. Sigue este camino y, al trasponer aquel cerro, verás el Castillo de mi padre. -Y se fue.
Al cabo de un buen rato, llegó él llamando a la puerta del Castillo. Le abrió el Diablo...

-Así me gustan a mí los hombres: que sean cabales. Mira, ya me estaba poniendo las botas para ir a buscarte. Está muy bien. Ahora, cena y acuéstate.

A la mañana temprano, le llevó de almorzar.

-Lisardo, bien comer y bien beber, razón es que trabajes y no holgues.

-Lo que usted me mande, Señor.

Le señaló uno de los balcones.

- Asómate. ¿Qué ves?

- Una sierra muy agria.

- Pues me la tienes que desmontar hoy. Y sembrarla de trigo. ¡Y a mediodía tengo que tener el pan cocido a la mesa! Y si no me sirves a satisfacción, te cobro la vida.

Salió y se encontró a Blancaflor.

-¿Qué? ¿Qué te ha mandado mi padre?

-¿Que qué me ha mandado? Nada, que me mata y ya está. ¿Cómo voy a desmontar aquella sierra en el día! ¡Y roturarla! ¡Y sembrarla de trigo! ¡Y a tenerle el pan cocido en la mesa para el medio día!

-¡Bueno!,¿y por eso te apuras? Ve allí y espera, que ahora iré yo.

Cuando llegó arriba, ya estaba allí Blancaflor.

-Ahora tú duerme; déjalo de mi cuenta.

En cuanto se durmió, abrió un alfiletero y empezaron a salir diablillos, diablillos, diablillos...

-Diablillos, ja trabajar!

Unos se pusieron a arar, otros a sembrar, otros a segar, otros a trillar, otros fueron al molino, otros a amasar el pan... Cuando despertó, tenía una cestita de pan caliente al pie de é1.

Se lo llevó el Diablo...

-¡Ah !

O tú eres más diablo que yo

o por medio anda Blancaflor.

-Pues no, señor; ni soy más diablo que usted ni conozco a la tal Blancaflor.

-Bueno, está bien, come y tómate la tarde libre. A la mañana siguiente...

-Lisardo, bien comer y bien beber, razón es que trabajes y no holgues.

-Lo que usted mande, señor.

-Asómate a ese otro balcón. ¿qué ves en el patio?

-Un potro cerril que echa fuego por los ollares.

-Pues me lo tienes que volver un caballo de paseo. Y si no me lo domas a mi entera satisfacción, te cobro la vida.

Salió a su encuentro Blancaflor.

- ¿Qué te ha mandado mi padre hoy?

-¡Casi nada! ¿que le dome un potro cerril que echa fuego por los ollares!

-¡Bueno! ¿Y por eso te apuras? Vas a ir a cortar una carga de varas de avellano, ¡y dale leña al potro, que es mi padre! ¡Hasta que le rompas todas las varas en las costillas!

¡Le pegó una paliza...!, que ya, a lo último, cayó derrengado. Lisardo subió a su habitación y, al rato, llegó el Diablo cojeando, lleno de chichones y mataduras.

-¿Sigo? -preguntó Lisardo.

-Déjalo; ya estará bien domado. -Y es que no podía más.

O tú eres más diablo que yo

o por medio anda Blancaflor.

-Pues ni soy más diablo que usted ni conozco a la tal Blancaflor.

-Bueno, está bien. Ahora come y tómate la tarde libre. Por la mañana...

-Lisardo, bien comer y bien beber, razón es que trabajes y no holgues.

-Lo que usted mande.

-Asómate a ese otro balcón. ¿qué ves a lo lejos?

-El mar.

-Pues al mar se le cayó una sortija a mi tatarabuela; si me la traes para la noche, tienes licencia para irte a tu casa; si no, te cobro la vida.

Salió a su encuentro Blancaflor.

-¿Qué te ha mandado hoy mi padre?

-¡Buuu! ¡Ahora es ya cuando me mata! ¡Quiere que le busque una sortija en el mar!

-¡Ay!, esto sí que es para apurarse; pero, bueno, si lo haces todo como yo te diga, lo conseguiremos. Coge un dornillo y un cuchillo y espérame a la orilla del mar.

Cuando llegó, ya estaba allí Blancaflor, con una guitarra bajo el brazo.

-Bien, ahora escucha con atención -le dijo ella-: tienes que matarme...

-Eso no lo hago yo por nada en el mundo.

-¡Chss!, calla. Tienes que hacerlo; si no, te pierdes tú y me pierdo yo: los dos, que mi padre ya recela. Tienes que matarme. Y hacerme chichotas. ¡Pero que todo caiga al dornillo!; ¡que no caiga nada al suelo!, si no, alguna falta he de sacar. Y cuando me tengas bien picada, tira el dornillo al mar y a tocar la guitarra. Cuanto más fuerte toques, antes saldré yo con la sortija.

Él no quería, pero, al fin, la mató. Y la hizo chichotas. Pero no se dio cuenta de que un gotazo de sangre cayó al suelo. Derramó el dornillo en el mar, se lió a tocar la guitarra: ¡ran tan tan tran!, ¡ran tan tan tran!, ¡ran tan tan tran!, ¡ran...!, se quedó dormido. Ella asomó la cabeza:

-¡Lisardo! ¡Lisardo! -Y a las tres veces, despertó-. ¡Toca!, ¡por tu vida, toca!

Se puso de nuevo a tocar la guitarra y ella ya salió de las olas con la sortiIa en la mano.

-Mira, de la yema del dedo meñique se te ha caído un gotazo de sangre. iVes la falta? Pero no te preocupes, que eso precisamente nos va a ayudar. Llévale la sortija a mi padre. Llegó...

-Tome, la sortija.

-O tú eres más diablo que yo

o por medio anda Blancaflor.

-Pues ni soy más diablo que usted ni conozco a la tal Blancaflor. Yo cumplí con lo mandado, cumpla usted y déme la licencia.

-Irte te irás, pero antes has de casar con una de mis hijas.

Hizo tres agujeros en un ventanillo de madera y cada una de las hijas sacó un brazo.

-Elige.

-A ver. Esta palpo, ésta dejo, ésta tiento... y donde notó la falta del dedo, dijo-: ¡Ésta! Háganse las bodas.

-Bueno, bueno, suéltala; ya sabemos quién es.

-iAh!, no señor; que yo vea a las otras aquí fuera.

Así es que tuvieron que salir las hermanas y no hubo más remedio que casarle con Blancaflor.

Ya que estuvieron en su habitación, como ella sabía más que el padre, dijo:

-Lisardo, mi padre va a venir esta noche a matarnos; tenemos que huir. Ayúdame a poner estos pellejos de vino en la cama y ve después a la cuadra por un caballo. Verás dos: uno lustroso y el otro flaco. Pues tú tráete el flaco, que es el Pensamiento. El otro es el Viento y corre mucho, pero el Pensamiento siempre corre más. Mientras, haré yo la cama.

Pero lo vio tan sequito, que pensó:

-¡Cómo va a poder con dos personas!» Y cogió el Viento.

Ella arropó los pellejos y después echó una salivita en el suelo y fue en busca de Lisardo.

-¡Pero, hombre!, ¿cómo no has cogido el Pensamiento?

-Si es que está tan seco...

-Bueno está; ya no podemos perder tiempo.

Montaron en el caballo y salieron pitando. Le dijo el Diablo a la Diabla:

-Ya tienen que haberse dormido. Llamó a la puerta.

-Blancaflor, hija mía, ¿duermes o velas?

Y le contestó la salivita desde el suelo:

-¡Velo, padre, que todavía no duermo!

-Todavía están despiertos -le dijo a la Diabla. Al rato...

-Blancaflor, hija mía, ¿duermes o velas?

-Velo, padre, que todavía no duermo. -Pero ya un poco más bajo.

En fin, mientras la salivita tuvo jugo, contestó, pero, cuando quedó seca, sólo pudo decir: -Veéelo, paaadre...

-Ya está, ya están dormidos.

Cogió un cuchillo, entró muy despacio en la habitación, vio los dos bultos en la cama y, ¡zas, zas!, les metió dos puñaladas. Y le saltó un chorrillo de vino en la

boca:

-¿Sangre fría en gente viva? ¡Traición en mi casa!

-¡Bien te la han urdido! -dijo la Diabla-. ¡Y te habrán llevado el Pensamiento! Bajó a la cuadra...

-No, está aquí. Perdidos son.

Se montó en él. Dando cortes para un lado, para otro..., ya los iba alcanzando cuando el muchacho volvió la cabeza.

-Blancaflor, que nos ataja tu padre.

-Pues aquí mismo, ¡que el caballo se torne ermita, tú, ermitaño, y yo, campana!

Ya llegó el Diablo...

-Oiga usted, ¿no habrá visto pasar por aquí una pareja a caballo?

-Dilín, dilán, a misa tocan, ¿quiere pasar?

-No, si yo no le pregunto eso; yo lo que le pregunto es si ha pasado por aquí una pareja a caballo.

-Dilín, dilán, a misa tocan, ¿quiere pasar?

-¿Está usted sordo? -Ya, enfadado-: ¿que si ha pasado una pareja a caballo!

-Dilín, dilán, a misa tocan, ¿quiere pasar?

-¡Cagajones para usted, tío sordo! -Y dio media vuelta.

Le preguntó la Diabla: -¿Qué, los has cogido?

-¡Qué voy a coger! Llegué a una ermita y había allí un señor que no sabía nada más que tocar a misa; y de ahí no lo pude sacar: estaba sordo o tonto.

-Anda, tú sí que estás tonto; ¡eran ellos!, él era Lisardo, y la campana, nuestra hija. Vuelve otra vez.

Ya que les iba alcanzando...

-Blancaflor, que nos ataja tu padre.

-Aquí mismo. ¡Que el caballo se torne huerta, tú, hortelano, y yo, hortaliza!

Llegó...

-Oiga, buen hombre, ¿ha visto pasar por aquí una pareja a caballo?

-Con el apio y la verbena,

persona enferma, al punto buena.

-No, si yo no le digo eso; yo lo que le pregunto es si ha visto pasar una pareja a caballo.

-Con el apio y la verbena,

persona enferma, al punto buena.

-¡Mierda para usted, tío sordo! Volvió al Castillo.

-¡Qué, los has cogido?

-¡Qué voy a coger! Pregunté a un hortelano sordo que sólo sabía decir:

Con el apio y la verbena, persona enferma, al punto buena.

-¡Ah, tonto, tonto! El hortelano era Lisardo, y la hortaliza, tu hija. Ahora voy yo -dijo la Diabla. Salió tras ellos...

-¡Ay, Blancaflor!, ahora quien nos ataja es tu madre.

- Toma esta horquilla y tírala por la cola del caballo.

La tiró y se formó un bosque de horquillas, que le costó a la Diabla mucho tiempo y muchas heridas atravesarlo. Pero pasó.

-¡Ay, Blancaflor!, que nos ataja otra vez tu madre. Le dio un puñado de sal y le dijo:

-Tira esa sal por la cola del caballo.

La tiró y se volvió un desierto de sal, que se le metió a la Diabla por las heridas. ¡Daba unos bramidos que temblaba la tierra! Pero siguió.

-¡Ay, Blancaflor!, que nos ataja otra vez tu madre.

-Tira este pañuelo por la cola del caballo.

Lo tiró y se abrió un mar a su paso, que no podían cubrirlo ni las águilas. Y ya que no lo pudo pasar, empezó a llamarla:

-¡Blancaflor! ¡Blancaflor! ¡Rodea la cara siquiera, que me despida de ti!

Y le dijo é1:

-Anda, despídete, que es tu madre.

-No la miro, porque, si la miro, me aborreces.

-¡Cómo te voy a aborrecer? Tú contéstale, que yo no te aborrezco.

Y tanto insistió que ya volvió la cara. -¡Mande usted!

-¡Aborrecida te veas como yo me veo!

Ellos siguieron viaje hasta que llegaron al pueblo de Lisardo. Pero, antes de entrar, como iban con la ropa toda destrozada, le dijo él:

-Mira, tú te vas a quedar aquí y yo voy a buscarte ropa para que entres un poco decente.

-¡Ay!, como te vayas, me aborreces.

-¿Aborrecerte yo? ¡Vamos, qué cosas tienes!

-Pues, mira, te encargo que no te dejes abrazar por nadie, ni siquiera por tu familia.

Apareció en el pueblo y, claro, todos querían besarlo y abrazarlo...

-¡No quiero besos ni abrazos, que me está esperando mi novia!

Pero llegó su abuela por detrás con su garrotilla...

-¡Ay, mi nietecito! -Y lo abrazó.

Ya no se acordó más de Blancaflor. Y le dijeron los padres:

-¿Pero no decías que traías novia?

-¿Novia? ¿quién, yo? ¡Yo no tengo novia ninguna!

Pues como no iba a buscarla, ella se puso de modista. Y como lo dominaba todo, enseguida tuvo mucha fama. Y él, pasó un poco de tiempo, se hizo novio con otra de allí, del pueblo. Y ya que decidieron casarse, le dijo é1 a la novia:

-¿Por qué no le encargamos el traje a esa modista forastera, que creo que cose muy bien?

-Pues sí, has pensado bien.

Les hizo un traje tan, tan bonito, que los novios acordaron invitarla a la boda. Y la sentaron a su mesa. Y ya que terminaron de comer, dijo él:

-Bueno, ahora todos a contar un chascarrillo.

Y la modista pidió permiso para hacer una función con dos muñecos de trapo que había llevado.

-¡Ay, sí!, ¡sí! -todos-. ¡Que la haga! ¡Que la haga!

Pues sacó los muñecos. Y eran un varón y una hembra: él se llamaba Lisardo, como el novio, y ella, Blancaflor, como la modista. Puso los muñecos en la misma mesa de los novios y empezaron a hablar ellos solos:

-¿Te acuerdas, Lisardo, que mi padre te mandó sembrar de trigo una sierra?

Y el muñeco se quedó pensando.

-¡Ay, sí, sí!, algo recuerdo.

-¿Y te acuerdas cuando te mandó domar aquel potro cerril?

-Sí, sí que me acuerdo.

-¿Y cuando te mandó a buscar la sortija en el mar?

-Sí que me acuerdo.

-¿Y que te advertí que si te abrazaban me habías de aborrecer?

Y ya el novio, el de verdad, que había ido recordando a la par del muñeco, tomó la palabra y dijo:

-Señores, ésta es mi verdadera mujer, que es la que me ha salvado de todo lo malo.

Y aprovechando que ya estaban allí el cura, sotacura, obispo y arzobispo, casaron a Lisardo y a Blancaflor. Y fueron muy espléndidos con todos.

EL DORADO

EL MITO, LA LOCURA Y LA PERDICIÓN DE LOS INVASORES ESPAÑOLES

Pocas veces se habría visto un brillo más codicioso en los ojos de un hombre. Tras la conquista de Quito (Ecuador), que se suponía más rica que Cuzco pero no lo era, el cordobés Sebastián de Belalcázar tuvo noticia de una tierra más al norte llamada Cundinamarca, donde los reyes eran cubiertos con oro en polvo a su muerte para ofrendarlo a los dioses, naciendo allí la actual leyenda de «El Dorado». «Desnudaban al heredero y lo untaban con una liga pegajosa, y lo rociaban con oro en polvo, de manera que iba todo cubierto de este metal. Metíanlo en la balsa, en la cual iba de pie, y a su alrededor depositaban un gran montón de oro y esmeraldas para que ofreciese a su dios», escribió muchos años después el cronista Juan Rodríguez Freyle sobre el mito que corrió febril entre los conquistadores españoles.

En la mayoría de los casos, los conquistadores eran aventureros que habían costeado su viaje con la venta de sus bienes en España. Viajaban al Nuevo Continente con la única ambición de hacerse ricos. El propio Cristóbal Colón, el primero de esta horda de buscadores de oro, menciona en su diario de a bordo 139 veces la palabra oro y tan solo cita a Dios 51 veces. Pocos tenían intención de regresar a España: «Elegir ser pobres en Panamá o ricos en Perú», que citó Francisco Pizarro antes de encaminarse a la aventura de su vida. No obstante, las promesas de ciudades talladas en oro y cubiertas de esmeraldas no pasaban en ocasiones de ser las mentiras que la población local arrojaba para librarse del acoso español. «El Dorado» fue el cuento que cobró más popularidad de todos aquellos.

En 1539, Sebastián de Belalcázar fue el primero en lanzarse a la búsqueda de la mítica ciudad del oro en el valle del río Cauca. Los planes de Belalcázar eran conquistar aquellas tierras y alcanzar el mar de las Antillas, que se suponía cercano a Quito, para embarcarse directamente rumbo a España con el supuesto botín, sin dar cuenta a Francisco Pizarro, el conquistador del Perú. Todavía sin hallar rastro de las ingentes cantidades de metales brillantes que prometían la leyenda, el cordobés descubrió que Gonzalo Jiménez de Quesada, el enviado de Pizarro, se había adelantado a sus pasos. Durante años, ambos conquistadores y el alemán Nicolás de Federmán, procedente de Coro (Venezuela), se disputaron los derechos sobre aquellas tierras que, no en vano, permanecían pálidas de oro.

Ambas expediciones no consiguieron sus propósitos, pero los intentos por encontrar «El Dorado» no cesaron y comenzaron a entremezclarse con otros mitos. Como castigo a la deslealtad de Belalcázar, Francisco Pizarro nombró a su hermano Gonzalo Gobernador de Quito y Capitán General de una expedición destinada a encontrar el «País de la Canela» una leyenda que data de los primeros viajes de Cristóbal Colón –. El grupo partió en diciembre de 1540 en busca de valiosas especias que pudieran rivalizar con el monopolio que mantenía el Imperio portugués. Pese a que la canela encontrada era de inferior calidad que la de las Indias Orientales, Gonzalo Pizarro no desistió y siguió el curso del río Coca (Ecuador) hasta que sus provisiones lo permitieron. Cuando el hambre cundió entre las filas españolas (habían perdido 140 de los 220 españoles y 3.000 de los 4.000 indios que componían el grupo original), Francisco de Orellana se ofreció a continuar con un bergantín para conseguir comida y luego regresar con el resto de la expedición. No en vano, los planes de Orellana y los 57 hombres que le acompañaron no pasaban por volver sobre sus huellas.
 
La traición de Orellana; la locura de Aguirre

Orellana partió el día siguiente a Navidad de 1541, continuando río abajo por el Coca y luego por el Napo en un viaje de 4.800 kilómetros. Una vez encontrados los ansiados alimentos, el extremeño continuó su curso hasta el río Grande, el que luego sería conocido como río de las Amazonas o de Orellana. Para cuando Pizarro conoció la deserción –y decidió emprender el duro regreso a Quito–, Orellana se encontraba atrapado en el corazón del Amazonas. El 24 de junio de 1542 la expedición fue atacada por feroces indias guerreras, que les hicieron recordar a las mitológicas mujeres «amazonas», particularidad que terminó marcando el nombre de aquel río. A causa de las duras condiciones de las pantanosas tierras, fue perdiendo hombres hasta que la aventura se transformó en una huida.

Pese a todo, el conquistador extremeño logró alcanzar la costa Atlántica con algo de oro y partió rumbo a España antes de que terminara el año 1542 con el fin de conseguir ser nombrado conquistador del País de las Amazonas. En virtud del importante descubrimiento realizado, el Consejo de Indias, restó importancia a la traición a Gonzalo Pizarro y le extendió la capitulación. Sin embargo, en febrero de 1546 Orellana falleció víctima de las fiebres en la desembocadura del río Amazonas tras sufrir el ataque de unos nativos caribes en su fatídico regreso.

Si bien Orellana no tenía un objetivo claro y lo suyo era una aventura hacia lo desconocido –donde terminó engullido–, la expedición de Pedro de Ursúa en 1560 perseguía un objetivo nítido: alcanzar «El Dorado». Los cuatrocientos soldados que componían la misión de Ursúa habían sido reclutados en base a su valentía y experiencia en campañas anteriores, sin tener en cuenta su moral o su apego a la autoridad, lo que marcaría el inesperado futuro de la expedición. Los primeros meses de viaje por el río Amazonas no arrojaron resultado alguno, sembrando la locura entre los soldados. Ursúa finalmente fue asesinado a puñaladas la noche del 1 de enero de 1561, en un pueblo de indios de la provincia de Machífaro. El ideólogo de la conspiración fue el soldado Lope de Aguirre, quien ya tenía numerosos antecedentes en levantamientos e insurrecciones.

Una cadena de asesinatos y sabotajes terminó entregando el poder a Lope de Aguirre, que, contrario al plan original de buscar «El Dorado», encabezó una rebelión contra la Corona. No obstante, sus propios hombres, tan crueles y feroces como su líder, le traicionaron y le dieron muerte en Barquisimeto (actual Venezuela). Sin leer la letra pequeña, Simón Bolívar dejó escrito que la rebelión de Lope de Aguirre fue la primera declaración de independencia de una región de América.

En 1570, Hernan Pérez de Quesada, hermano de Gonzalo Jiménez de Quesada (el enviado de Pizarro), financió un viaje con el único fin de capturar, vivo o muerto, el mito de «El Dorado». Salió al frente de la criatura con 300 españoles, 1.500 indios, 300 caballos y 800 cerdos. Dos años después a causa de las deserciones, el hambre y las luchas internas, regresó con los bolsillos vacíos y acompañado solo de 64 españoles, cuatro indios y 18 caballos. La expedición fue uno de los más caros desastres registrados; y luego de un breve período de servicio en el comando de la frontera, Quesada se retiró a Suesca (Colombia) con lo que pudo salvar a duras penas su fortuna.

Pero como si fuera una herencia familiar maldita, Antonio de Berrio –casado con una sobrina de Quesada– también emprendió la búsqueda del valle del oro. Lo hizo durante tres expediciones, cada una más desastrosa que la anterior. No obstante, los aportes de Berrio en su primer viaje permitieron conocer mejor la geografía del inexplorado escudo guayanés, y sirvieron para plasmar en los mapas el mito geográfico: el gran lago de la Ciudad de Manoa (actualmente en el estado brasileño de Roraima). Un valle inundado, rodeado por altas montañas, ubicado entre las cuencas de los ríos Orinoco y Amazonas. Sus mapas sentaron la base teórica de la leyenda.

En su tercera expedición fallida, cuando Berrio embarcó a sus tropas en el río Orinoco para retirarse, la escuadra fue interceptada por el pirata inglés Walter Raleigh. Leyendo las cartas de Berrio, el inglés creyó que los españoles estaban realmente cerca de alcanzar «El Dorado». Esta noticia impulsó a Raleigh a desembarcar en Trinidad, donde Berrio había fundado San José de Oruña, y llevarse prisionero al español. Su expedición también fracasó con estrepito y, tras liberar a su valioso cautivo, regresó a Inglaterra.

Años después el pirata volvería a las cercanías del Amazonas, con el empeño enfermizo de encontrar el tesoro. Lo cual le costó ser ejecutado, entre otras causas, por hostigar los territorios españoles cuando permanecía en pie la paz entre España e Inglaterra.
 
¿Existió «El Dorado», en la realidad?

La leyenda de «El Dorado» y las acometidas por encontrar el tesoro no cesaron hasta avanzado el siglo XVIII, cuando los estudios cartográficos cercaron el mito y lo redujeron a una realidad menos fabulosa y lucrativa.

La base histórica del mito de «El Dorado» tiene probablemente su origen en la ceremonia para investir a los nuevos caciques en la laguna de Guatavita (Colombia). Según los cronistas, cuando moría el cacique de Guatavita, su sucesor era ungido con una masa pegajosa de tierra mezclada con oro en polvo y trasladado al centro de la laguna, donde debía arrojar piezas de oro y esmeraldas como ofrenda. Sin embargo, este ritual ya se había dejado de efectuar en la época de la Conquista, tras la pérdida de autonomía que sufrió Guatavita a manos de otras tribus de la región. La creencia de que la laguna estaba llena de oro debido a las ofrendas motivó a muchos colonizadores, empezando por los españoles, a intentar vaciar el agua de la laguna.

También la Ciudad de Manoa, en el estado brasileño de Roraima, que citó Antonio de Berrio en sus mapas, se baraja como otro posible origen del mito. Al menos, con gran seguridad, el que persiguió Orellana en su travesía interminable. 
 
Fuente: http://www.abc.es

La Leyenda de El Dorado

Historia de la leyenda de El Dorado, lugar fabuloso perseguido por exploradores en el siglo XVI.

El origen del mito de El Dorado, el más famoso de cuantos estimularon la exploración y conquista del continente americano, se remonta al año 1534, en que un indio del territorio que hoy ocupa Colombia reveló a los españoles una de las ceremonias rituales del cacique Guatavita, que había de despertar la codicia de soldados y aventureros.

Cubierto el cuerpo desnudo con polvos de oro que se adhería a su piel mediante una tintura de trementina, el cacique, ante su pueblo, se embarcaba solo en la laguna de Guatavita; al llegar al punto en que se cruzaban dos cuerdas tendidas perpendicularmente de orilla a orilla, se bañaba y arrojaba al agua, en honor de la divinidad, valiosas ofrendas consistentes en piezas de oro y esmeraldas. Igual homenaje rendían sus súbditos.

Basada en un hecho cierto, según se ha podido comprobar al estudiar las costumbres de los chibchas, la leyenda del indio dorado fue divulgada por los conquistadores, se extendió por el norte de América Meridional, descendió al Perú, y de allí pasó, algunos años más tarde, al Río de la Plata; pero no tardó en asimilar nuevos y fabulosos elementos que la desvirtuaron totalmente.

El mito concluyó por no guardar relación alguna con el cacique dorado, y se llamó El Dorado a las regiones auríferas y diamantíferas de distintos lugares de América, absolutamente imaginarios, a los que se creía emporio de riquezas incalculables.

En busca de El Dorado salieron muchas expediciones, tantas que en 1538, y en el plazo de una semana concidieron en las ya desoladas zonas de Guatavita las tres que dirigían Belalcázar, Federmann y Jiménez de Quesada, procedentes del Perú, Venezuela y Santa Marta, respectivamente.

Sir Walter Raleigh sobresale entre los extranjeros a quienes deslumbró la célebre leyenda, y que llegaron a América en pos de una quimera que tuvo también en Europa fervorosos propagandistas.

ETSA


LEYENDA SHUAR - ECUADOR
Etsa, en el idioma de los shuar, quería decir Sol, el valiente Sol, el generoso Sol de sus antepasados.

El abuelo Arútam -que en shuar quiere decir Poderoso Espíritu Tigre de la mañana- mientras caminaba por la selva, entre gigantescos matapalos y frondosos copales, chambiras y pitajayas, relataba a los niños de qué manera el luminoso Etsa le devolvió la vida a los pájaros.

Iwia es un demonio terrible -les explicó Arútam-. Desde siempre ha tenido la costumbre de atrapar a los shuar y meterlos en su enorme shigra para después comérselos. Fue así como, en cierta ocasión, el cruel Iwia atrapó y luego se comió a los padres de Etsa. Entonces raptó al poderoso niño para tenerlo a su lado y, durante mucho tiempo, le hizo creer que su padre era él.

Cuando Etsa creció, todos los días, al amanecer, salía a cazar para el insaciable Iwia que siempre pedía pájaros a manera de postre. El muchacho regresaba con la gigantesca shigra llena de aves de todas las especies, pero una mañana, cuando apenas empezaba su cacería, descubrió con asombro que la selva estaba en silencio. Ya no había pájaros coloridos por ninguna parte. Sólo quedaba la paloma Yápankam, posada sobre las ramas de una Malitagua.

Cuando Etsa y la paloma se encontraron en medio de la soledad, se miraron largamente.

-¿Me vas a matar a mí también? -preguntó la paloma Yápankam.
-No -dijo Etsa-, ¿de qué serviría? Parece que he dejado toda la selva sin pájaros, este silencio es terrible.

Etsa sintió que se le iban las fuerzas y se dejó caer sobre el colchón de hojas del piso. Entonces Yápankam voló hasta donde estaba Etsa y, al poco rato, a fuerza de estar juntos en medio de ese bullicioso silencio en el que aún flotaban los gritos de los monos y las pisadas de las hormigas, se convirtieron en amigos.

La paloma Yápankam aprovechó para contarle al muchacho la manera en que Iwia había matado a sus verdaderos padres. Al principio, Etsa se negó a creer lo que le decía, pero a medida que escuchaba las aleteantes palabras de Yápankam, empezó a despertar del engaño que había tejido el insaciable Iwia y, entonces, como si lo hubiera astillado un súbito rayo, se deshizo en un largo lamento. Nada ni nadie podía consolarlo: lloraba con una mezcla de rabia y tristeza, golpeando con sus puños el tronco espinoso de la enorme malitagua.

Cuando Yápankam se dio cuenta de que Etsa empezaba a calmarse, le dijo:

-Etsa, muchacho, no puedes hacer nada para devolverle la vida a tus padres, pero aún puedes devolvérsela a los pájaros.

-¿Cómo? -quiso saber Etsa.

La paloma explicó: "Introduce en la cerbatana las plumas de los pájaros que has matado, y sopla."

El muchacho lo hizo de inmediato: desde su larga cerbatana empezaron a salir miles, millones de pájaros de todos los colores que levantaron el vuelo y con su alegría poblaron nu
evamente la selva. Desde entonces -les aseguró su abuelo Arútam- Etsa, nuestro amado Sol y el demonio Iwia son enemigos mortales




Fuente: "Leyendas del Ecuador"/ Edgar Allan García

Horóscopo Animal Celta

Ciervo
Del 24 de diciembre al 20 de enero.
El ciervo tiene altos ideales y aspiraciones. Si desea iniciar un nuevo proyecto, pide ayuda a un ciervo. Este signo no va a ser disuadido de su visión. Es minucioso, paciente y su persistencia asegura sus triunfos. Cuando los demás se han rendido, el ciervo sigue, sin importar las barreras. Es orgulloso, y con razón, por su autosuficiencia. Actúa como dignos miembros de la nobleza o la realeza. Pero no es que se duerma en los laureles, por el contrario, cree en el trabajo duro y la justicia, y su integridad es su marca registrada.



Gato
Del 21 de enero al 17 de febrero.
De mente rápida y desarrollado ingenio, el gato posee el don del intelecto. Pero no sólo esta dotado de grandes capacidades de razonamiento, además tienen una habilidad especial para ver las verdades ocultas, es algo así como un “sexto sentido”. Su visión de las cosas es poco tradicional y puede proveer nuevas perspectivas e ideas frescas a un proyecto. También tiene una amabilidad y calidad humana que lo hace adorable. Aunque a veces pueda parecer distante porque le gusta estar al margen, observando todo. Sin embargo, su corazón está lleno de buenas intenciones. El gato también es muy creativo y necesita expresarse de una forma artística.




Serpiente
Del 18 de febrero al 17 de marzo.
Las serpientes siempre parecen relajadas aunque ocurran muchas cosas en su interior. Son curiosas y siempre están llenas de preguntas acerca de el mundo, y la gente que les rodea (incluso si no están preguntando abiertamente, en su cabeza están buscando las respuestas). Las serpientes son hábiles en la comunicación, y pueden ser muy persuasivas. Si les apasiona una causa pueden voltear el vecindario patas arriba con su entusiasmo y compromiso con su propósito. Las serpientes pueden ser espontáneas e impredecibles. Y a pesar de que son bastante flexibles, quieren que las cosas se hagan a su manera (¿quién no?). Pero si la presionan y se ve arrinconada se mostrará poco cooperativa.




Zorro
Del 18 de marzo al 14 de abril.

El zorro es increíblemente astuto y sabe cómo convencer con su astucia y su humor sexy. Lleno de ideas, vigor e inteligencia, el zorro es una fuerza indomable. Este signo lo llevará a unas vacaciones exóticas, pues siempre con él se viven aventuras increíbles. Tiene un don para contar historias, y cada experiencia es nuevo repertorio para sus relatos. Tiene un lado suave, pero no lo muestra con demasiada frecuencia porque está demasiado ocupado jugando y bromeando. Sin embargo, no duda en demostrar su lealtad, si es amigo del zorro, tiene un amigo de por vida. Muy enérgico y valiente, el zorro tiene un espíritu indomable.

Toro
Del 15 de abril al 12 de mayo.

Fuerte, amoroso, estable y seguro, las características del toro. Al toro puedes recurrir cuando necesitas un hombro sobre el que llorar, opiniones honestas y consejos sólidos (en particular en las relaciones). Tiene una desarrollada intuición y puede detectar un mentiroso desde una milla de distancia. Debido a su desarrollada intuición, puede ser juzgado como malhumorado o sobre emocional. También es, francamente, terco. Tiene un gusto excelente, y un toque de elegancia y estilo en la moda y la decoración del hogar. Este signo es completamente digno de confianza y sabe cómo mantener un secreto.

Caballo de Mar
Del 13 de mayo al 9 de junio.

El caballito de mar es muy flexible y creativo. Es quien puede administrar tus finanzas o asuntos legales porque es infinitamente inteligente y recursivo. Además posee una memoria increíble. A veces es difícil de seguir su agudo razonamiento. También puede ser cambiante, pero siempre se involucra con mucho carisma. Esta persona es increíblemente versátil y se adapta muy bien en cualquier ambiente. El caballito de mar es adorable. Y le encanta ser adorado, por lo cual fácilmente corresponden el afecto.


Cuervo
Del 10 de junio al 7 de julio.

Este signo se asocia con la frescura, y la apertura a nuevas ideas y disposiciones. Por naturaleza cuidan de los demás y gustan de animar a sus amigos y familiares. Ellos mantienen la calma en medio de la tormenta. Es bueno tener reyezuelos con usted, pues si se encuentra en una crisis son ingeniosos, y mantienen la calma bajo presión. Ellos saben cómo conseguir lo que quieren y funcionan mejor trabajando solos. También tienen un alto sentido de la responsabilidad y la integridad moral. Buscan el equilibrio en sus vidas liderando el trabajo con la comunidad, pero en secreto desearían viajar al extranjero viviendo una vida de gitanos (esto, sin embargo, está en contra de sus principios).

Caballo
Del 8 de julio al 4 de agosto.

Poderoso y siempre en desarrollo, el caballo te dará una carrera por tu dinero. Naturalmente competitivo, y con razón. El caballo tiene mucho talento y la confianza suficiente para arriesgarse, en especial en los negocios. Tiene un sexto sentido para la estrategia y la navegación (este signo tiene una brújula interna misteriosa) . Es abiertamente agradable (e incluso coqueto). Hace grandes entradas, y sabe cómo demostrar estilo y autoridad. Se siente bien en posiciones de liderazgo, pero también puede ser un gran trabajador (siempre y cuando se le reconozcan sus talentos y contribuciones). Potencialmente testarudo, también se fortalece en tiempos de adversidad. 

Salmón
Del 5 de agosto al 1 de septiembre.

El salmón suele sumergirse profundamente en sus aguas interiores en busca de inspiración, visiones brillantes y perspectiva de ensueño. Es naturalmente intuitivo aunque no suela aprovecharlo. Tiene una visión única del mundo que lo puede hacer uno de los mejores artistas, poetas o visionarios de su comunidad. Algunas veces se sumerge demasiado en su mundo y los demás no pueden seguirlo. Pero eso está bien, el salmón necesita ese tipo de profundidad, de aislamiento e introspección porque cuando vuelve a salir impresiona al mundo con su brillantez y visión. Es inteligente y sabe cómo conseguir lo que quiere, sin importar cuánto deba trabajar para lograrlo.

Cisne
Del 2 al 29 de septiembre.

Espiritualmente evolucionado, elocuente y con mucho estilo. Tiene gustos infinitamente exigentes y un ojo crítico para la belleza (incluso donde otros no la ven). Muy refinado y noble, a veces, el cisne es tomado como asocial. Pero no es así. El cisne es un amante que puede llegar a ser muy apasionado en las relaciones. Su “frialdad” viene de su refinamiento y compostura. Es un aristócrata natural. Exigente en los detalles y con ideas específicas sobre cómo deben hacerse las cosas. Si quieres a alguien perceptivo, organizado y con muy buen gusto, no dudes en solicitar a un cisne su opinión.

Mariposa
De septiembre 30 a octubre 27.

Este signo honra el concepto de “mariposa social”. Revoloteando de un amigo a otro, y siempre en contacto con sus seres queridos (son los que no se despegan del celular). No pueden evitarlo. Las mariposas son almas gentiles que no puedan amarrarse por mucho tiempo. Les encanta soñar, expresar nuevas ideas y hablar sobre sus planes con todos sus amigos. Estas personas alegran cualquier día oscuro con su alegría y su brillante personalidad. Son naturalmente simpáticos y nunca hacen daño a nadie intencionalmente. Por el contrario, hacen amigos con facilidad y les gusta ayudar. Las mariposas vienen a enseñarnos el significado de la juventud y la fascinación. Siempre es bueno rodearse de mariposas para recordar lo buena que puede ser la vida.

Lobo
Del 28 de octubre al 24 de noviembre.

Los lobos tienen un fuerte sentido de propósito, y harán lo necesario para cumplir sus objetivos, algo totalmente comprensible. Son audaces, valientes y suelen huir al compromiso. Son el héroe que quieres a tu lado en el fragor de la batalla. No dan marcha atrás ni se dan por vencidos. Otros se maravillan de su fortaleza interior. ¿Dónde encuentran la energía y los recursos para seguir adelante? Los retos los fortalecen y eso les da su resistencia. Tienen fuerte carácter y “honor” es su segundo nombre. Viven a veces la etiqueta de “lobo solitario”. Sin embargo, siempre se sabe a qué atenerse con ellos, y ellos se unirán a usted mientras que usted comparta su causa.

Halcón
De noviembre 25 a diciembre 23.

Rara vez vemos más atención y compromiso que el del halcón. Cuando este signo ve algo que quiere, va tras ello con una fuerza notable. Y si no está interesado en un proyecto vuela hacia otros horizontes. Se preocupa profundamente por la sabiduría, y con frecuencia se enfoca en compartir su conocimiento con los demás. Puede ser muy dador y generosa. El halcón tiene un agudo sentido del equilibro y navega por la vida con un “norte verdadero” interno que crea una integridad extraordinaria dentro de sí. Es de mente abierta y reflexiva. Para todo tiene una hipótesis y está fuertemente obstinado con su búsqueda del “norte verdadero”, pero esto no quiere decir que no pueda ser persuadido.


Las Brujas de Zamora Huayco

Tristeza gris sobre la quita ciudad a orillas del Zamora. Pesadez de siesta flotando en el ambiente. Arrimadas  unas a otras las viejas casas de un solo piso, con sus patios llenos de maleza y geranios, parecen estar deshabitadas. De rato en rato una mujer sale  de una habitación para volver a desaparecer en otra, sin turbar más que como una aparición la monotonía del paisaje. 
Las calles empedradas que por todos lados conducen a los ríos que circundan la ciudad, ahora están desiertas. Los perros durmiendo sobre las aceras también participan de la languidez  habitual de la tarde. 
Enjaulada en la escuela de bullanguería de los niños y amarrados los hombres al trabajo, sólo la esposa cose remienda o hila en la intimidad del hogar cuando no es ella la que regresa del río con la policromía de su batea de ropa va poniendo una nota de color en las solitarias callejas. 
El centro de la urbe tiene casas mejor presentadas y generalmente de dos pisos, con la infaltable tienda de víveres o un desgarbado almacén frente a cuyo mostrador pasa un hombre o una mujer durmiendo la mayor parte del tiempo  y atendiendo de repente entre bostezo y bostezo  a la escasa clientela que diariamente le visita. 
Así, en una de esas casas situada en la calle principal pero hacia el sur de la ciudad, vivía una dama solterona a que pasaba igual que los demás de su oficio dormitando las tardes tras el mostrador de su almacén. Las comodidades de que gozaba y la vida sedentaria que llevaba, no pudieron por menos que volverla sumamente voluminosa y la grasa terminó borrando sus facciones otrora regulares y bonitas. 
Hasta que cumplió los cuarenta años había alentado la esperanza de encontrar un compañero para su solitaria vida e hizo lo posible por mantenerse esbelta y conservar algo de su hermosura, pero una vez cruzado ese dintel, la desesperanza invadió todo su ser y hasta los principios religiosos que aprendió en los lejanos años de su niñez murieron ahogados por esa ola de despecho que la inundaba. 
No pensó más entonces que vivir para satisfacer todos sus caprichos gastando la fortuna que había heredado de sus padres. 
No tengo para quien vivir ni para quien guardar mi dinero decía desdeñosamente cuando alguien le comentaba algo acerca de la vida disipada que llevaba, y como las fortunas se hacen humo cuando de ellas no se cuida, llegó un día en que la riqueza de la señorita María Filomena se redujo a unas cuatro antiguallas en  muebles, aparte del almacén que cada vez se lo miraba más vacío. 
Mira Filuchita lo que es la vida: tus parientes ya no quieren prestarte un solo céntimo. Dicen que ya no tienes con que responder y que estás arruinada. 
Así llegó diciendo la vieja escuálida, misteriosa y parlanchina que la cuidó desde niña y que a raíz d la muerte de sus padres, se había convertido en la única persona que cuidaba de ella y le hacía compañía. 
¡Qué me importa! contestó la dama en forma displicente y agregó: 
Prepárate para ir vendiendo  los muebles que me quedan hasta que se acabe todo... ¡absolutamente todo! ¿Me entiendes? 
Pero...Filuchita ...y después de eso... ¿qué haremos? 
Tú verás lo que haces con tu persona. Lo que es yo me largaré de aquí y no me volverán a ver nunca, aunque por allí me muera como un perro. 
Y diciendo esto dio media vuelta y fue a refugiarse en su dormitorio sin alcanzar a ver la chispa de maligna alegría que brilló en los ojos de la vieja sirvienta. 
¡Doña Sabina...! ¡Doña Sabina...! Soy yo Valeria ...! Abra un ratito gritaba la vieja sirvienta de la señorita Filomena a la puerta de la tienducha negra y miserable, a cuyo dintel asomó su cara otra vieja de aspecto más sucio y renegrido que la misma tienda. 
¡Doña Valeria! ¿Qué vientos la traen por aquí? cuando yo creía que ya se había olvidado el camino...? 
¡Ay, doña Sabina! cuando las penas llegan, no llegan solas y una tras otra nos van cerrando el cerco sin dejarnos ni una sola tranquita por donde salir. 
Ya ve... doña Valeria...¿Qué le dije la otra vez...? Déjese de regodeos y hagamos esa "visita" a Zamora Huayco... Pero usté no quiso ni oír y ahora anda en apuros...  Ya ve lo bien que está la Josefa, la Pancha y todas las que se han de remilgos y pucheros... 
Pero si ahora usté quiere... mañana mismo podemos ponernos en camino porque ¡justo cae último viernes del mes! 
¡Ay doña Sabina! en eso mismito he andado pensando todo este tiempo y lo único que me atajaba era la niña Filuchita... Pero ahora que la veo tan desesperada, estoy segura que no se va a negar... 
¿La niña Filuchita ha dicho...? 
¡Claro! Mi niña Filuchita  que ahora si está dispuesta a vender  su alma al diablo...!y con ella si me voy con usté de mil amores! 
No hay entonces de qué más hablar... Tiene esta noche y todo el día de mañana para que la convenza a su niña Filuchita y a las siete de la noche iré a la casa de ustedes para emprender el "vuelo" a Zamora Huayco. 
Hasta mañana... entonces... doña Sabina... 
Hasta mañana doña Valeria  y... ¡cuidadito con volverme a fallar...! 
A las seis de la tarde con el tañido del Angelus, la gente acostumbraba tomar su merienda, luego se rezaba el Rosario y a las siete de la noche representaba el momento propicio para iniciar el reposo que no significaba precisamente ir a la cama sino recogerse dentro de las tertulias familiares, pues las calles alumbradas sólo de trecho en trecho por la escasa luz de los faroles no ofrecían ninguna seguridad para el viandante. 
A partir de aquella hora, en cambio la situación se presentaba propicia para las picardías, maldades y brujerías de quienes se escudaban a las sombras de la noche para practicar el mal. Y era precisamente a esa hora siete de la noche cuando el grupo de viejas que practicaban maleficios empezaba a salir de sus casuchas para dirigirse a la cueva de Zamora Huayco en donde se aseguraba que las brujas adoraban al mismo demonio. 
Muy puntual a la cita la vieja haraposa de doña Sabina, saboreando la dicha de su nueva conquista, a las siete estuvo en la casa de la señorita Filomena. Luego de exhortar a ésta y a su  vieja criada para que renegaran de las cosas santas, les hizo repetir la fórmula que las pondría en condiciones de llegar a la cita  de Zamora Huayco e inmediatamente se sintieron transformadas en algo liviano y pequeño, que cuando la vieja Sabina dijo !vamos!, se elevaron fácilmente por el aire y partieron en silencioso vuelo. 
Cuando volvieron a recobrar el dominio de sus facultades humanas, la señorita Filomena y doña Sabina se encontraron sentadas sobre unas grandes piedras que a manera de asientos se hallaban distribuidas en semicírculo dentro de una enorme y obscura cueva la que llegaba un rumor de un cercano río. 
Decenas de voces provenientes de otras tantas personas sentadas sobre las piedras, de rato en rato dejaban oír un ininteligible susurro y en medio de la cueva alumbrada por la luz de una hoguera estaba un enorme chivo con una cabeza exactamente igual a la del demonio. 
Un terrible escalofrío sacudió el cuerpo de la señorita Filomena y sintió el impulso de huir despavorida, pero la vieja Sabina le apretó fuertemente el brazo y los ojos de Valeria la fulminaron como dardos de fuego, de modo que comprendió que no podía echarse atrás y resolvió afrontar la situación, cuanto más que había estado resuelta a todo cuando  aceptó la propuesta de las dos brujas. 
Después de aquellos roncos susurros que duraron momentos que le parecieron interminables, las brujas comenzaron a levantarse de sus asientos e Iban  a postrarse a los pies del chivo con cabeza de demonio y luego de  que le besaban las patas, recogían del suelo una bolsa de cuero llena de monedas que tintineaban al chocar unas con otras denunciando su contenido. 
Terminado este ritual las brujas volvían a pronunciar el estribillo que las transformaba en murciélagos, pavos u otras aves voladoras y retornaban a sus viviendas en donde luego adquirían otra vez su forma natural. 
¿Qué te pareció Filuchita, la reunión  de anoche en Zamora Huayco...? 
¡Ay, Valeria...! dijo la señorita Filomena con un cansancio en la voz cual si hubiera regresado de un largo viaje. 
¿Qué te pasa, Filuchita, qué te pasa? inquirió curiosamente la vieja. 
¡Nada, nada...! Solamente siento un cansancio como si tuviera el cuerpo molido. Pero sí debo decirte que no me gustó en absoluto esa porquería de anoche. 
¡Ay mi Filuchita! ya vas a tener un mes entero para descansar y más que nada para disfrutar de esas preciosas monedas de oro que trajimos del "viajecito" . 
A ver, trae acá para verlas, pues yo creo que no son más que pura fantasía... 
No hay tal. Aquí están para voz mismitico compruebes que son de oro purísimo... 
Y diciendo esto, la vieja hizo restallar sobre la mesa aproximadamente una docena de brillantes monedas de oro. 
¡Ah! si es así concluyó la señorita Filomena bien vale la pena seguir besando las patas del chivo. 
Con el dinero que traía de aquellas reuniones de brujas en Zamora Huayco, volvieron los parientes los amigos y hasta los admiradores de la señorita Filomena y entre estos últimos se contaban los vecinos del cuartel de infantería que quedaba a pocos metros de su casa. 
Una noche cuando dos de ellos hacían guardia y se paseaban por el patio del cuartel, aproximadamente a las siete de la noche vieron salir de la casa de la señorita Filomena a dos animales que parecían pavos y en callado vuelo pasaron sobre sus cabezas en dirección a Zamora Huayco   fue tan inesperado lo que vieron que no se atrevieron ni siquiera a  levantar el rifle, pero tuvieron cuidado de seguir escrutando el firmamento y no se sorprendieron demasiado cuando vieron retornar silenciosamente a los animales voladores que antes habían pasado por allí. 
Momentos antes habían sonado las doce campanadas de la medianoche en el campanario de la iglesia de San Sebastián y los dos guardias en parte con miedo y en parte con curiosidad apuntaron su rifle en dirección de los dos animales que se acercaban volando bajo y cadenciosamente. Su error fue apuntar los dos al más grande, de modo que una sola de las pavas cayó pesadamente sobre el patio del cuartel, mientras que la otra siguió su camino hasta descender en dirección de la casa de la señorita Filomena. 
Cuando los guardias vieron caer al animal, corrieron a mirarlo. Pero su sorpresa no tubo límites, cuando en vez del animal, se encontraron con el cuerpo ensangrentado de  la señorita Filomena. 
Uno de los tiros le había perforado la cabeza y otro el corazón. Entre los estertores de la muerte la agonizante pidió a los guardias que por favor la llevaran y la dejaran morir en su casa sin decir de ello un apalabra a nadie. 
Los guardias accedieron a su petición y luego de dejar a la moribunda en manos de la vieja sirvienta que los había estado esperando en la puerta, regresaron a su cuartel y sacrificaron a un perro para justificar el ruido de los tiros y la presencia de la sangre que había quedado regada sobre el patio.